Cuento No. 25: "El guerrero Sandd"

Era una noche oscura, un hombre vigilaba la entrada de hierro de una casa. Sólo se oían los ruidos que producían las hojas secas al ser removidas por el viento. De pronto, un golpe, un fuerte golpe le fue asestado al vigilante. Cayó al piso.

Un hombre saltó por la entrada, ágilmente remontó un camino de piedra hasta llegar a la mansión.

El lugar sí estaba iluminado, el hombre penetró por una de las ventanas del segundo piso, y llegó a un cuarto que parecía ser la biblioteca.

Abrió un cajón, de donde sacó una llave, introdujo el objeto en una caja de metal que se encontraba en el piso. Oro, lingotes de oro estaban allí. El hombre los metió en una bolsa, pero, cuando se proponía atrapar el último lingote un disparo le atravesó el cráneo, y cayó en el suelo como el portero que minutos antes había herido.

El barón Sandd constató que el hombre estaba muerto, sacó los lingotes de oro de la bolsa y los volvió a introducir en la caja. Llamó a la policía.

No pudo dormir esa noche, era la segunda vez que trataban de robar su casa, era inaudito. Fue a la cocina para preparar un jugo, volvió a su cuarto. Era imposible, el insomnio lo había capturado, sobre su mesa de noche había un libro, eran poemas. Prendió la lámpara, y abrió el libro al azar.

"Una noche apacible de amor,
dos amantes se persiguen, porque
como en el amor y en la batalla hay pasión.
El temor es enorme, pero es duradero,
una imposibilidad siempre es segura.

Las lunas azules que brillan en tu imaginación,
unos guerreros luchan por su amor. Una guerra
se combate en el corazón, y sí, todo es posible..."

El barón Sandd cerró el libro, estaba solo, en una enorme mansión, tomó un poco de jugo, y se durmió.

Al otro día volvió a su trabajo, en un banco, él era el dueño. Tuvo algunas citas, un almuerzo, una cena, y volvió a su casa, solo, como siempre, o eso creía él.

Fin

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