Nota preliminar: para entender este post, lea el cuento No.1 y el cuento No. 6.
Fernando Arturo Rocca llegó al Salón RF- 457 ubicado en la Torre Y de la Universidad. Eran las nueve de la mañana, era sábado. Debía presentar su primer examen parcial de la carrera, y éste sería oral. El profesor los había citado para ese día, ya que según él no alcanzaba a examinar a todos los alumnos en las dos horas que tenían de clase. La Universidad estaba desocupada, sólo había un montón de alumnos de Derecho vestidos con corbata (los hombres) y de falda (las mujeres). Fernando también llegó luciendo un traje de paño gris claro, una corbata roja, y zapatos de cuero negros. El vestido se lo había prestado un tío, que era empleado bancario.
El primer examen que tendría en la carrera versaría sobre Historia de las ideas políticas. Un profesor no muy viejo, pero tampoco muy joven, era el encargado de hacer la evaluación, se llamaba Milciades Puisón. Este docente tenía fama de estricto, de huraño, y de “cuchilla” (palabra que se utiliza para calificar a los profesores que les gusta colocar bajas calificaciones a sus alumnos).
Puisón no había arribado a la Universidad. Pero mandó instrucciones previas para que los estudiantes pasaran en grupos de tres personas para la prueba oral.
Fernando estaba muy nervioso, en el colegio nunca había presentado ese tipo de exámenes.
- ¿ Con quién vas a pasar Fercho? – le preguntó un joven alto, medio moreno, de cabello negro, y dientes muy blancos.
- No sé Arnualdo, ¿con quién vas a pasar tú?
Arnualdo Bellavona era un joven de buen talante, muy educado. Su abuelo había sido abogado, y llegó a ser magistrado. Su padre también había estudiado Derecho, y era socio de un importante bufete.
- Pues dile a Eugenio que si se le mide a pasar de primero con nosotros.
Fernando y Arnualdo se habían hecho amigos porque eran aficionados al béisbol. A Fernando desde pequeño le encantaba ese deporte, y dentro de sus amigos era el único con ese gusto. Por eso captó la atención y la amistad de Arnualdo.
Los dos amigos le propusieron a un joven de baja estatura, de cabello castaño claro, que integrara con ellos el primer grupo para presentar el examen de Historia de las ideas políticas. Él aceptó.
Eugenio Von Teijork era hijo de un holandés, pero su madre sí era nacida en el país. Era tímido, pero cuando tomaba confianza nadie podía hacer que se callara.
Arnualdo iba y venía por el pasillo del edificio con un cuaderno en la mano, repetía en voz baja algunas lecciones, parecía estar muy nervioso. Eugenio estaba sentado, no mostraba emoción alguna, pero también leía su cuaderno. Fernando miraba hacia el ascensor para advertir la llegada de Puisón, sus apuntes los tenía bajo el brazo.
Media hora después, un individuo impecablemente vestido llegó al lugar, lucía traje y corbata. Entró al salón de clases.
- ¡ Necesito que entre pronto el primer grupo, porque tengo un almuerzo a las doce en punto! – se escuchó un alarido proveniente del recinto.
Arnualdo se echó la bendición y miró a su amigo con cierta resignación. Fernando tuvo el valor de cruzar la puerta y pasar adentro liderando el grupo. Eugenio quedó al final.
- Por favor señor, cierre la puerta – dijo Puisón con voz muy baja.
Tres asientos habían sido colocados al frente del escritorio del profesor. Fernando se sentó en el centro, Arnualdo quedó a la derecha de su amigo, y Eugenio al otro lado.
Hubo un silencio sepulcral, el profesor miraba unas notas, y los tres estudiantes tiritaban de miedo.
- ¿ Cuáles son sus apellidos? – preguntó nuevamente el profesor con una voz muy baja.
- Bellavona...
- Rocca...
- Von Teijork...
- Empecemos por usted – dijo Puisón mirando a Eugenio con una sonrisa tímida.
- Está bien doctor – anotó él con voz mucho más baja.
- ¿ Cuál es el concepto de justicia para Platón?
Eugenio se puso pálido, sus dos compañeros lo miraron con preocupación.
- Pla... tón dice que... la justicia es la que viene de... de Di...os – contestó con bastante inseguridad e incomodidad.
Puisón no lo miró, siguió mirando unas notas, pareció como si no hubiera escuchado nada.
- ¿ Qué piensa de la respuesta de su compañero? – el profesor sí puso esta vez sus ojos sobre Fernando Arturo.
- Me parece que Platón no tiene ese concepto sobre la justicia – aseveró sin mirar a Eugenio.
- ¿ Y entonces?
- Platón pensaba que la justicia consistía en que cada persona realizara un trabajo determinado en la sociedad, de acuerdo con sus inclinaciones naturales.
Fernando Arturo habló con voz firme, pero pensó que con esa respuesta había aniquilado a su amigo.
- ¿ Cómo está su papá, Bellavona? – el profesor no miró a Arnualdo, pero sonrió al emitir la pregunta.
- Bien doctor, está de viaje por Estados Unidos.
- ¿ Y eso?
- Tiene planeado montar una corresponsalía del bufete en Nueva York.
- ¡ Ah, qué bueno! – Puisón miró de frente a Arnualdo, y le brillaron los ojos- mándele saludes de mi parte por favor, y dígale que me llame para ir a jugar tenis juntos.
- Bueno doctor, se lo diré – el muchacho se sintió incómodo.
- Dígame el título de algún libro que hubiera escrito Aristóteles – dijo esto, mirando a Arnualdo otra vez.
- “La política”.
- Perfecto – aseveró Puisón con otra sonrisa – muy buena respuesta.
Los tres muchachos se sintieron mal, cada uno a su manera. Eugenio pensó que había fracasado por la respuesta tan estúpida que dio, Fernando Arturo creyó que con su aseveración había hecho perder el examen a su compañero, y Arnualdo tuvo la intuición que su apellido lo había salvado.
- Bueno muchachos no puedo hacerles más preguntas porque tengo que irme rápido, por lo del almuerzo. Von Teijork tiene uno, Rocca sacó tres con cinco, y Bellavona obtuvo un cuatro con cinco, ¿ está bien?
Los estudiantes se pararon de los asientos. Salieron rápidamente del salón.
Eugenio entró en depresión. Fernando trató de animarlo. Arnualdo miró por la ventana del pasillo pensativo.
- ¡ Discúlpeme hermano! – dijo Fernando.
- No se preocupe, creo que tengo que estudiar más – respondió Eugenio casi gritando.
- Los invito a mi casa a comer pizza – Arnualdo no se mostró muy contento al decir esto, pero quería disculparse de alguna forma con sus compañeros por algo que él no había hecho.
Los tres jóvenes dejaron el lugar, mientras que otro grupo se preparó para presentar el examen con Puisón.
FIN
El primer examen que tendría en la carrera versaría sobre Historia de las ideas políticas. Un profesor no muy viejo, pero tampoco muy joven, era el encargado de hacer la evaluación, se llamaba Milciades Puisón. Este docente tenía fama de estricto, de huraño, y de “cuchilla” (palabra que se utiliza para calificar a los profesores que les gusta colocar bajas calificaciones a sus alumnos).
Puisón no había arribado a la Universidad. Pero mandó instrucciones previas para que los estudiantes pasaran en grupos de tres personas para la prueba oral.
Fernando estaba muy nervioso, en el colegio nunca había presentado ese tipo de exámenes.
- ¿ Con quién vas a pasar Fercho? – le preguntó un joven alto, medio moreno, de cabello negro, y dientes muy blancos.
- No sé Arnualdo, ¿con quién vas a pasar tú?
Arnualdo Bellavona era un joven de buen talante, muy educado. Su abuelo había sido abogado, y llegó a ser magistrado. Su padre también había estudiado Derecho, y era socio de un importante bufete.
- Pues dile a Eugenio que si se le mide a pasar de primero con nosotros.
Fernando y Arnualdo se habían hecho amigos porque eran aficionados al béisbol. A Fernando desde pequeño le encantaba ese deporte, y dentro de sus amigos era el único con ese gusto. Por eso captó la atención y la amistad de Arnualdo.
Los dos amigos le propusieron a un joven de baja estatura, de cabello castaño claro, que integrara con ellos el primer grupo para presentar el examen de Historia de las ideas políticas. Él aceptó.
Eugenio Von Teijork era hijo de un holandés, pero su madre sí era nacida en el país. Era tímido, pero cuando tomaba confianza nadie podía hacer que se callara.
Arnualdo iba y venía por el pasillo del edificio con un cuaderno en la mano, repetía en voz baja algunas lecciones, parecía estar muy nervioso. Eugenio estaba sentado, no mostraba emoción alguna, pero también leía su cuaderno. Fernando miraba hacia el ascensor para advertir la llegada de Puisón, sus apuntes los tenía bajo el brazo.
Media hora después, un individuo impecablemente vestido llegó al lugar, lucía traje y corbata. Entró al salón de clases.
- ¡ Necesito que entre pronto el primer grupo, porque tengo un almuerzo a las doce en punto! – se escuchó un alarido proveniente del recinto.
Arnualdo se echó la bendición y miró a su amigo con cierta resignación. Fernando tuvo el valor de cruzar la puerta y pasar adentro liderando el grupo. Eugenio quedó al final.
- Por favor señor, cierre la puerta – dijo Puisón con voz muy baja.
Tres asientos habían sido colocados al frente del escritorio del profesor. Fernando se sentó en el centro, Arnualdo quedó a la derecha de su amigo, y Eugenio al otro lado.
Hubo un silencio sepulcral, el profesor miraba unas notas, y los tres estudiantes tiritaban de miedo.
- ¿ Cuáles son sus apellidos? – preguntó nuevamente el profesor con una voz muy baja.
- Bellavona...
- Rocca...
- Von Teijork...
- Empecemos por usted – dijo Puisón mirando a Eugenio con una sonrisa tímida.
- Está bien doctor – anotó él con voz mucho más baja.
- ¿ Cuál es el concepto de justicia para Platón?
Eugenio se puso pálido, sus dos compañeros lo miraron con preocupación.
- Pla... tón dice que... la justicia es la que viene de... de Di...os – contestó con bastante inseguridad e incomodidad.
Puisón no lo miró, siguió mirando unas notas, pareció como si no hubiera escuchado nada.
- ¿ Qué piensa de la respuesta de su compañero? – el profesor sí puso esta vez sus ojos sobre Fernando Arturo.
- Me parece que Platón no tiene ese concepto sobre la justicia – aseveró sin mirar a Eugenio.
- ¿ Y entonces?
- Platón pensaba que la justicia consistía en que cada persona realizara un trabajo determinado en la sociedad, de acuerdo con sus inclinaciones naturales.
Fernando Arturo habló con voz firme, pero pensó que con esa respuesta había aniquilado a su amigo.
- ¿ Cómo está su papá, Bellavona? – el profesor no miró a Arnualdo, pero sonrió al emitir la pregunta.
- Bien doctor, está de viaje por Estados Unidos.
- ¿ Y eso?
- Tiene planeado montar una corresponsalía del bufete en Nueva York.
- ¡ Ah, qué bueno! – Puisón miró de frente a Arnualdo, y le brillaron los ojos- mándele saludes de mi parte por favor, y dígale que me llame para ir a jugar tenis juntos.
- Bueno doctor, se lo diré – el muchacho se sintió incómodo.
- Dígame el título de algún libro que hubiera escrito Aristóteles – dijo esto, mirando a Arnualdo otra vez.
- “La política”.
- Perfecto – aseveró Puisón con otra sonrisa – muy buena respuesta.
Los tres muchachos se sintieron mal, cada uno a su manera. Eugenio pensó que había fracasado por la respuesta tan estúpida que dio, Fernando Arturo creyó que con su aseveración había hecho perder el examen a su compañero, y Arnualdo tuvo la intuición que su apellido lo había salvado.
- Bueno muchachos no puedo hacerles más preguntas porque tengo que irme rápido, por lo del almuerzo. Von Teijork tiene uno, Rocca sacó tres con cinco, y Bellavona obtuvo un cuatro con cinco, ¿ está bien?
Los estudiantes se pararon de los asientos. Salieron rápidamente del salón.
Eugenio entró en depresión. Fernando trató de animarlo. Arnualdo miró por la ventana del pasillo pensativo.
- ¡ Discúlpeme hermano! – dijo Fernando.
- No se preocupe, creo que tengo que estudiar más – respondió Eugenio casi gritando.
- Los invito a mi casa a comer pizza – Arnualdo no se mostró muy contento al decir esto, pero quería disculparse de alguna forma con sus compañeros por algo que él no había hecho.
Los tres jóvenes dejaron el lugar, mientras que otro grupo se preparó para presentar el examen con Puisón.
FIN
Nota: este relato es ficción, cualquier parecido con la realidad es coincidencia.
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