En la cima de la montaña vivía un gran maestro de las artes marciales, su nombre era Ku Teng. Era anciano, algunos decían que tenía 100 años, otros afirmaban que pasaba de los 80, y algunos con certeza insistían en que el maestro Teng contaba con 94 años. Ku Teng había sido un gran guerrero imperial, diestro con la espada, y entrenado en la pelea cuerpo a cuerpo por otro gran maestro llamado Hi Tank.
El maestro vivía solitario en la cima de una motaña, bajaba al pueblo una vez por semana para comprar comida. A pesar de que varios jóvenes le habían pedido que los entrenara, él se había negado porque decía que no eran dignos de su conocimiento.
Un día llegó al pueblo un anciano que parecía ser un monje, su nombre era Kui Zan. El monje se enteró por los pobladores de la historia del guerrero de la montaña, así que decidió subir para desafiarlo.
Al llegar a la casa del maestro, Kui Zan golpeó en la puerta.
-¡ Siga ! - una voz fuerte salió de la estancia.
Ku Teng estaba sentado, y comía arroz al frente de una mesa.
- ¿ Es usted el gran guerrero Ku Teng ? - preguntó el monje.
- Así es forastero, ¿qué deseas? Si quieres instrucción en la pelea puedes irte - dijo el anciano, mirando al recién llegado con desdén.
- No, no es eso lo que deseo, ¿ cómo podría instruirme un imbécil ? - afirmó el monje tranquilamente.
Ku Teng con una patada lanzó la mesa contra una pared, después se puso en pie, y en sólo dos pasos agarró su espada. La dirigió contra el cuello de Kui Zan.
- ¡ Repite lo que has dicho forastero impertinente ! - gritó el anciano.
- He dicho que no vengo por instrucción, sino que he llegado para enseñarte - el monje habló sin levantar la voz pero con firmeza.
-¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! - rió Ku Teng, luego afirmó: ¡Qué clase de tonto eres!
- No soy un tonto Ku Teng - dijo el monje - vengo a enseñarte, eso es todo.
El anciano maestro volvió a llenarse de ira y lanzó un puño en la cara contra el monje. Inmediatamente brotó sangre de la nariz de Kui Zan.
-¡ Si no quieres que te mate, mejor lárgate ! - gritó Ku Teng.
El monje palpó su nariz con una mano, y vio que de ella salía mucha sangre.
- Insisto Ku Teng, en que necesitas instrucción - dijo.
El anciano guerrero gritaba como loco, romió varias porcelanas que se encontraban en una repisa, y volvió a dirigir la espada contra el cuello del monje.
- ¡ Vete infeliz ! ¡ Vete ! ¡ Lárgate ! - decía Ku Teng.
El monje permaneció parado, estático, con su mano derecha en la nariz tratando de parar la hemorragia.
- Eres un guerrero de mentira Ku Teng, yo te puedo convertir en uno de verdad - insistió Kui Zan.
El anciano vio al pobre monje ensangrentado, parado indefenso, con una mano en la nariz, y dicéndole a él que era un guerrero de mentira. Entonces, Ku Teng estalló en lágrimas, arrojó la espada al suelo y se arrodilló frente al monje.
- ¡Sí!, tienes razón, necesito que me enseñes, pido ser tu aprendiz venerable monje - dijo el anciano guerrero entre sollozos.
Kui Zan le pidió que se pusiera en pie, y lo abrazó.
- ¡ Ahora sí eres un guerrero de verdad, y un maestro ! - dijo el monje, después se fue de la casa de Ku Teng y bajó al pueblo.
Los aldeanos estaban aterrados al ver al monje lleno de sangre, pero el sonriendo les dijo:
- Ahora sí recibirá alumnos, suban y lo verán.
Desde ese día Ku Teng tuvo varios estudiantes, a quienes instruyó en el arte del manejo de la espada y del combate cuerpo a cuerpo. Los aldeanos lo empezaron a querer y a admirar desde ese momento.
Fin
Escrito por Francisco Bermúdez Guerra el 28 de junio de 2.010.
No hay comentarios:
Publicar un comentario