CUENTO No. 5: “EL CABALLERO DEL CASTILLO OWENSTH”

El guerrero tomó su espada entre sus manos con firmeza, estaba herido, pero todavía le quedaban fuerzas para defenderse. Su oponente era grande, barbudo, y expedía un olor rancio de sudor.
Debía dar un golpe preciso para acabar con el combate, o morir de inmediato. Alzó el arma y rápidamente la descargó sobre la cabeza del barbudo maloliente, pero éste interceptó la espada del guerrero con la macana. El arma quedó enterrada en la madera.
El barbudo sonrió, había ganado. Despegó la espada, y la cogió con su mano izquierda.
El guerrero supo que pronto moriría, así que apretó los puños para fallecer dignamente. El oponente se lanzó con ferocidad, mandó sus dos brazos contra el guerrero y le estrelló la espada y la macana en la cabeza. El hombre murió al instante.
El barbudo maloliente sacó la espada del cráneo del guerrero y trató de limpiar la macana con su ropa. Pero no alcanzó a hacer más ya que una flecha le atravesó el cuello, y cayó encima de su rival.
Sir Blaid De Owensth se acercó hasta allí con su arco. Vio que su hermano tenía la cabeza hecha pedazos, con una pierna quitó el cadáver del barbudo, se echó el cuerpo del guerrero al hombro y montó en su caballo.
Al llegar a su castillo, convocó a todos los criados para que auxiliaran a su hermano, pero todos le dijeron que era tarde, que Wilhem había muerto.
Sir Blaid De Owensth era hermano gemelo del guerrero, eran idénticos, y éste había muerto defendiendo las posesiones de la familia de manos de una horda de ladrones y saqueadores. Si no hubiera fallecido habría partido hacia Tierra Santa para participar en la cruzada.
El guerrero tuvo un funeral impresionante, incluso el rey mandó al Duque de Sanders para que lo representara en el cortejo ceremonial. Sir Blaid estaba desecho, había compartido sus treinta y dos años de vida con Wilhem en aquellas tierras, y ahora él solo las debía defender.
Los asesinos de su hermano eran unos forajidos que rondaban por la región, pero extrañamente tenían muchas armas y caballos. Sir Blaid conformó un pequeño ejercito con sus vasallos, pero estos eran muy malos combatientes, incluyéndolo a él.
Wilhem De Owensth sí había estado en guerras, acompañó al rey en varias batallas, pero fue su hermano quien obtuvo el título de “caballero” debido a múltiples obras de arte que había compuesto para el monarca, pero para no ofender al guerrero el rey lo nombró conde.
Ahora Sir Blaid era caballero y conde según las normas de sucesión, pero no tenía idea de cómo combatir o de cómo defender un castillo. Su única habilidad bélica era el tiro de arco, y lo había aprendido por afición con el mejor arquero de la corte real.
En la zona se decía que detrás del grupo de forajidos estaba el Marqués de Veccthail, quien quería apropiarse de las tierras de los hermanos De Owensth, pero Sir Blaid decía que sólo eran chismes porque él y el marqués eran buenos amigos.
Una noche, un grupo de sesenta hombres rodeó el castillo de Sir Blaid, iban armados hasta los dientes con lanzas, espadas, arcos y flechas, macanas, dagas, y armaduras.
El Conde De Owensth pudo resistir el ataque durante varias horas, pero el grupo de forajidos penetró la fortificación. Sir Blaid quedó solo a merced de los vándalos, quienes habían pasado por las armas a todos los criados del conde. Permaneció en la sala principal del castillo, esperando que vinieran por él.
Después de darle una patada a la puerta de la estancia, apareció un individuo protegido por una armadura, se sacó el casco y lo puso sobre una mesa. Era el Marqués de Veccthail.
- ¡Cobarde!- le gritó Sir Blaid.
El marqués era un hombre viejo, era conocido por su astucia y por su avaricia, y era un veterano de varias guerras. No soportaba a los hermanos De Owensth, ya que ellos habían rápidamente escalado posiciones en las preferencias del rey a pesar de su juventud.
- No me llames así querido amigo, sólo vengo a negociar contigo- dijo el marqués con un tono burlón, pero sin levantar la voz.
Sir Blaid tenía una espada en la mano, pero poco le serviría ya que nunca había empuñado una.
- ¿Quieres matarme? ¡pues hacedlo ya, estoy a tu merced! – Sir Blaid no retrocedió ni un centímetro, mientras el marqués se le acercaba blandiendo una espada.
- ¡Querido amigo sólo coloca tus rodillas en el suelo y espera el golpe de mi arma! – el marqués dijo eso con un tono de voz más alto, y con algo de rabia.
Sir Blaid puso sus rodillas en el suelo, dejó la espada a un lado, y bajó la cabeza.
El Marqués de Veccthail se preparó para asestar un golpe sobre el cuello del conde, dejando todo su cuerpo sin defensa, Sir Blaid intuyó que su oponente había levantado sus brazos con exageración debido a que quería asestar un golpe muy fuerte, así que en fracciones de segundo tomó la espada que había dejado en el suelo,y la mandó contra la pierna del marqués. Este lanzó un aullido que se escuchó en todo el reino, mientras que el conde pegó un saltó que lo dejó a algunos metros del atacante.
Al volver su mirada, Sir Blaid De Owensth fue testigo de un hecho inédito, la espada traspasó la armadura y se clavó en la pierna del marqués, quien gritaba como loco.
Varios de los secuaces del herido llegaron de inmediato, y vieron a su jefe con una espada clavada en la pierna, pero su infortunio el marqués llevaba una armadura y fue muy difícil quitársela para impedir una hemorragia.
Sir Blaid vio como los invasores desesperados desnudaban al marqués, pero fue muy tarde, porque la sangre había salido en abundancia, y el viejo hombre se había muerto desangrado.
Muertos del susto, los vándalos desocuparon el lugar, y dejaron al marqués tirado en la sala del castillo De Owensth. Sir Blaid, sólo había quedado acompañado por una criada, a la que mandó con un caballo para que le avisara al rey de lo sucedido. Después de unas horas llegaron varios guardias reales, quienes contemplaron el horroroso escenario, y atendieron a Sir Blaid.
El rey indemnizó al joven conde dándole las tierras que había pertenecido a Veccthail, también lo nombró marqués, y le pidió que fuera a la cruzada, pero Sir Blaid se negó y sólo pidió que lo dejaran hacer tallas de madera para su soberano.

FIN


2 comentarios:

Anónimo dijo...

oh, miraesta interesante tu blog, a mi me gustan los cuentos saludos Francisco

Anónimo dijo...

Hola Francisco: es bueno encontrar cuentos de semejante calidad literaria como el del caballero del castillo owensth, muy bueno, muy grato. saludos y a seguir escribiendo, Mora.