CUENTO No. 15: "LOS CRÍTICOS DE CINE NO VEGETARIANOS"

Monsieur Riuefeux era crítico de cine. A sus cuarenta y cinco años había visto tantas películas que ya no sabía si toda su vida había transcurrido al frente de una pantalla de cine. Trabajaba como carnicero, pero escribía críticas para un periódico local. Todos los días veía por lo menos una película, los fines de semana podía vérselas hasta con cuatro o cinco filmes por día. Él, desde luego, no era el dueño de la carnicería, su jefe era un burdo gordinflón de bigote espeso y cachetes rojos: Henry Bonndaire. El carnicero era una persona buena, aunque un grupo de vegetarianos lo tildaban de asesino, pero él no era quien mataba a las vacas sino que simplemente vendía su carne. El señor Bonndaire era inculto, apenas sabía leer y escribir, sus conocimientos eran mínimos. Monsieur Riuefeux era ingeniero civil a contrario sensu, pero su afición al cine había superado el gusto por construir puentes y carreteras, lo que había llevado a que él se convirtiera en un trabajador regular para ciertas empresas, pero muy bueno para una carnicería. Riuefeux se burlaba continuamente del señor Bonndaire, por su forma de hablar, por su barriga, por su bigote, por sus cachetes, y sobre todo por su incultura.

Bonndaire aborrecía el cine, decía que era una pérdida de tiempo sentarse dos horas a ver un poco de imágenes, y a escuchar un poco de música. Riuefeux lo tildaba de bruto y de ignorante, y se lo decía en la cara, pero Bonndaire en ese aspecto no se preocupaba ya que le bastaba que Riuefeux rindiera al momento de cortar la carne.

La esposa del carniocero no quería al crítico de cine, la señora Bonndaire pensaba que era un presuntuoso maleducado, e instaba a su marido a despedirlo, pero él decía: "Es un excelente trabajador".

Bonndaire y Riuefeux solían beber cerveza al final de la jornada de trabajo, allí las cosas a veces se ponían peores, ya que por lo menos tres veces las discusiones entre ambos hombres habían terminado a golpes.

Riuefeux llegaba a su casa borracho, y veía alguna película en su DVD. El carnicero simplemente dormía. La amistad de los dos hombres era extraña, en el día era una relación de empleador a empleado, por la noche eran amigos y peleadores, y a veces, el crítico de cine exhibía su poca o mucha cultura burlándose de su jefe.

Riuefeux invitó un día a su jefe a ver una película. El carnicero aceptó. Después de dos horas el gordo de bigote con mejillas rojas lloraba. El crítico de cine no sabía por qué. El carnicero decía que la película lo había emocionado, se trataba de una película de robots psicópatas en el siglo XXVII. El crítico de cine le decía que era una película de violencia sin sentido, y nada más, pero el carnicero decía que no. A Bonndaire le daban pesar los robots psicópatas del siglo XXVII, por su soledad, y por la forma como les perseguían los humanos cuerdos. Riuefeux le pidió a su amigo un favor más: que hiciera una crítica escrita de esa película. El carnicero se demoró más de un mes en escribir tres párrafos sobre el film, y el escrito parecía más un telegrama que una crítica de cine. Riuefeux envió envió la crítica al mejor periódico del país. Pensaba que la publicarían en la sección de humor, como en efecto ocurrió.

Riuefeux se sintió muy mal por su amigo Bonndaire, quien fue objeto de burlas y de chistes durante mucho tiempo por su escrito. El crítico de cine se retiró de la carnicería, y se fue a trabajar a una mina de carbón, mientras que Bonndaire se volvió actor cómico. Ambos dejaron de cortar y vender carne. 

FIN 

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